Como Familia Vedruna en Europa manifestamos nuestro agradecimiento y apoyo renovado al Papa Francisco, resueltas a seguir en ese itinerario de apertura que nos va proponiendo.

¡No podemos dejar de optar por la esperanza y el profetismo que Francisco nos trae!

En primer lugar, le agradecemos que está siendo un verdadero Pastor que “huele a oveja”, que escucha y atiende a todas. Acoge, escucha, bendice, ofrece su palabra, levanta su voz para todas, protege.… Francisco usa su cayado de pastor, su pontificado, para hacernos descansar en verdes pastos, guiarnos a arroyos de tranquilas aguas, darnos nuevas fuerzas y llevarnos por caminos rectos (Sl 23,2). Fijando su mirada y su corazón especialmente en aquellas que se encuentran en los márgenes y son descartadas. Y nombrando sin tapujos las causas, personales y colectivas de nuestros extravíos del evangelio. Porque no busca complacer sino conducir, como pastor de la Iglesia, hacia el evangelio de Jesús a todas y todos sin excepción. Es el Papa de todas.  El suyo es un pontificado de servicio, no de poder: por los caminos del evangelio. Él mismo sabe a evangelio. Y nos está alentando a salir de nuestra zona de confort hacia Jesús y su Buena Noticia, hacia la fraternidad humana.

Con ese modo de hacer, y conociendo nuestra naturaleza humana, no nos extraña que exista una oposición intransigente que, en lugar del diálogo, usa la descalificación de su doctrina y acción pastoral. Dentro de la Iglesia, mediante unos análisis aferrados al pasado, y un clericalismo revestido de sinrazones teológicas, espirituales o de fidelidad a la tradición, abogando por la inmovilidad en un mundo en constante movimiento que clama por una más grande humanidad. Percibiendo los cambios para aggiornar la Iglesia a los signos de los tiempos como detonantes de una crisis que nos puede llevar al caos. Y tampoco nos sorprende que haya sido reprobado fuera de la Iglesia por algunos que ven en peligro intereses económicos u otros intereses espurios. Se repite en él la incomprensión y el rechazo que sufrió el mismo Jesús y tantos auténticos profetas en la historia.

Su servicio en el pontificado está siendo profético y está avivando la esperanza de quienes formamos parte de la Iglesia y también de otras personas antes alejadas. Está dando una esperanza viva dentro y fuera de la Iglesia. El Papa Francisco encarna la esperanza del Concilio Vaticano II, de una Iglesia abierta, samaritana y misericordiosa.

Agradecemos su estilo sencillo y compasivo, con sus expresiones tan populares y claras, tan agudas usando, como Jesús, la referencia a las cosas cotidianas con hondura, ternura y firmeza. Su pasión por la inclusión, su caridad por encima de la ortodoxia, de la rigidez o del control. Su renuncia a algunos privilegios atávicos. Su tesón por el esclarecimiento de la verdad respecto a los abusos de poder de todo tipo para erradicarlos y acompañar a las víctimas. Su renovación de estructuras en la Iglesia. Su vivo diálogo con otras confesiones, religiones y convicciones. Su empeño en que la Iglesia escuche el grito de los pobres y de la Tierra. Su afán por reunir a la Iglesia, tan plural para hacer un camino sinodal, caminar juntas. Su grano de arena para iniciar la visibilización del rostro femenino de Dios en la Iglesia, en algunos lugares de decisión, como nunca vimos. Y sobre todo su espiritualidad integral que nutre todo ese hacer: esa amorosa conciencia de no estar desconectados de las demás criaturas, de formar con los demás seres del universo una preciosa comunión universal, […] porque todo y todos, la humanidad, y el suelo, el agua, las montañas, todo es caricia de Dios” (cf. LS 220 y 84).

Podemos decirle a Francisco parafraseando el final de una poesía: sigue adelante siendo señal de fe y de amor. Siembra esperanza en una Iglesia que necesita tu corazón, lleno de Dios. A la vez que en nuestra Familia Vedruna velamos para encarnar con nuestra vida este viento fresco de vida abundante que nos trae Francisco.