Frente a la ideología mercantilista que está destruyendo la Amazonía, Ana Maria Alves y Josep Zarzuela contraponen el principio de “interconexión sistémica de los diversos seres que componen la socio-biodiversidad”, que incluye tanto a seres vivos, como ríos y acuíferos o recursos culturales y espirituales.

Ana Maria Alves y Josep Zarzuela llevan décadas luchando por los derechos de la población indígena de la Amazonía. Él es teólogo y educador social, de Barcelona; trabajó en la Rondônia durante 25 años, donde conoció a la que es hoy su pareja.

Ana Maria, socióloga, es originaria de la ciudad de Belém do Para. Imbuida de un espíritu académico de recuperación de las raíces ancestrales de la Amazonía, se trasladó en1980 a la Rondonia. Allí se encontró con lo que califica de “escenario de negación de la Amazonía, consecuencia del proceso de ocupación impulsado por el gobierno federal de Brasil, a través del programa de integración nacional de la Amazonía”. Sobre el papel, se trataba de conectar la región sur con la región norte de Brasil. En ese proyecto fueron trasladadas personas pobres, “excluidas de la producción agrícola en el sur, población rural en su mayor parte semi-analfabeta”. Fueron expulsadas de sus tierras para “hacer espacio a grandes emprendimientos agrícolas de monocultivos”. “En el gran proyecto de desarrollo del noroeste de Brasil, las poblaciones tradicionales de la selva no fueron contempladas y las poblaciones originarias sólo fueron contempladas con una tímida acción de cuidado de la salud”, cuentan ambos.

La pareja vive en la capital del estado de Rondônia, en la frontera con Bolivia, y trabaja con comunidades de indígenas, ribereños, agro-extractivistas y agricultores familiares. Allí impulsan “procesos de fortalecimiento socio-político-institucional, a través del acompañamiento en la creación de asociaciones y cooperativas, jornadas de lucha por las conquistas sociales a través de la creación e implementación de políticas públicas, lineamientos para el ascenso de jóvenes en las universidades, a través del proceso de cuotas”. Además han trabajado en la asistencia a refugiados y migrantes, ayudándoles en su regularización administrativa y en el acceso a políticas sociales.

Otra de sus actividades consiste en visitar escuelas urbanas donde preparan exposiciones, charlas y debates sobre “la importancia productiva y activa de la selva amazónica en el contexto del equilibrio planetario”. Una premisa clave para ellos es lo que denominan el principio de “interconexión sistémica de los diversos seres que componen la socio-biodiversidad”. Esa “socio-biodiversidad” incluye tanto a los seres humanos, animales y plantas, como las aguas (ríos y acuíferos), además de “los recursos geológicos y los recursos culturales y espirituales”. A su juicio, todos estos elementos son fundamentales para “el equilibrio del comportamiento humano en la sublime tarea maternal de cuidar de la vida en abundancia”.

Desde esta visión a la vez social y espiritual, frente a la depredación de la Amazonía, su mensaje, ambos trasladan el mensaje de por “nuestra casa común es la selva, no el mercado”.