Entrevista con Martí Olivella, uno de los tres activistas en huelga de hambre que da rostro a la protesta noviolenta contra la guerra en Gaza desde la iglesia de Migra Studium.
¿Qué puede hacer el común de las ciudadanas y ciudadanos ante una tragedia como la que se está produciendo en Palestina sin caer presa del más profundo desánimo y de la parálisis que genera la impotencia? La respuesta es la lucha noviolenta. Este es el convencimiento que ha llevado a Luz Mascaray, militante de la HOAC, a la exdiputada catalana Gabriela Serra y al cofundador del Movimiento por la Paz en Cataluña Martí Olivella a emprender una huelga de hambre en los locales de Migra Studium, perteneciente al Servicio Jesuita a Migrantes.
Desde el 1 de febrero se están llevando a en esta iglesia de Barcelona continuas acciones por la paz, en las que, junto a los tres militantes que dan rostro a las acciones, hay decenas de personas involucradas en la organización de actos y trabajos de incidencia, en las que participan de forma activa las comunidades locales Vedruna. Todas estas acciones pueden seguirse a través de la web https://vagadefamperpalestina.cat/ o en el canal de Telegram https://t.me/vagadefamperpalestina.
Como primera actuación se dio lectura a un manifiesto, demandando al gobierno español medidas urgentes como el embargo de armas a Israel. En paralelo, la pretensión es construir una red de resistencia noviolenta, ofreciendo un modo de canalizar la indiganción y el deseo de paz de miles de personas, explica en esta entrevista Martí Olvella.
¿Qué podemos hacer cada uno de nosotros por Palestina?
Bueno, pues cada uno sabrá… Esta es la idea. Hay un grupo en Centelles que cada día hacen un acto en silencio. Otras personas crean grupos de apoyo. Después hay quienes tienen contacto con periodistas o políticos. Nosotros, por ejemplo, vamos a preparar unas cartas para enviar a al ministro Albares, a los grupos parlamentarios…. Y todas esas iniciativas que ya se están convocado es posible sumarse y apoyarlas. El 17 de febrero habrá en Barcelona muchas acciones durante todo el día. Y el día 25 las habrá de nuevo en todo el Estado. Entonces, cada uno tiene que ver qué puede hacer. A veces basta simplemente con hablar con un amigo, con un familiar que no lo ve claro, que tiene ya una posición tomada, y poderle dar argumentos sobre que, más allá de lo que han sufrido los judíos durante mucho tiempo y con el Holocausto, un trauma no justifica crear otro trauma. Que el derecho a la propia defensa no es el derecho a la extinción del otro. Y que el ojo por ojo, como Gandhi decía, deja a todos ciegos. Y aquí ni siquiera hablamos de la ley del Talión, sino de veinte ojos por un ojo. Esto es absurdo, ¿no?
Por la asimetría.
Claro, es un conflicto totalmente asimétrico, donde uno es el quinto ejército del mundo y el otro, una población encerrada en una ratonera.
El Papa Francisco ha vuelto a cuestionar en los últimos días el abuso del concepto de “guerra justa”. ¿Este sería el caso?
Es una cuestión compleja, pero mi respuesta es que tenemos derecho a defendernos frente a un ataque, una invasión o una ocupación, pero que defenderse no significa responder con las mismas armas o con armas superiores para aniquilar al que te está invadiendo, ocupando o agrediendo. Y ahí entra la lucha noviolenta, la estrategia de resistencia y defensa noviolenta. Una guerra se produce cuando uno ataca de forma violenta y el otro responde de forma violenta pensando que su capacidad armada le dará capacidad disuasoria sobre el otro o que tendrá capacidad de derrotarle. Cuando quedan empatados, después de muchos muertos y de mucha destrucción, no queda más remedio que negociar. Pero hay otra posible respuesta, que es que, si a ti te atacan y tú no respondes de forma violenta y armada, creas un vacío en la expectativa del otro. Y entonces tú tienes que organizar la defensa civil a partir de la desobediencia, a partir de la no cooperación. Ante un país que ocupa a otro y argumenta que lo hace por su propia seguridad, porque se siente amenazado, la defensa civil noviolenta lanza el mensaje de que su lucha no supone una amenaza contra nadie. Pero eso no significa que no pueda resultar eficaz: tienes capacidad de disuasión si el otro, el que te quiere ocupar, piensa que no va a sacar provecho porque nadie va a colaborar con él.
¿Qué referentes hay sobre esto?
Este es un cambio de paradigma que suena extraño para algunos, porque llevamos demasiados siglos de historia de guerras, y porque la historia de las guerras es lo que nos han contado. No nos hemos parado a comprender y a estudiar las respuestas que ha habido, normalmente improvisadas, como durante la ocupación nazi de Dinamarca, o la invasión del Pacto de Vasovia sobre Checoslovaquia en el 68, o [la independencia de] las repúblicas bálticas. Las respuestas noviolentas casi nunca se han organizado, han sido más bien respuestas espontáneas. En algunos casos han funcionado, en otros no. ¿Pero qué sucedería si solo con el 5% del gasto en defensa militar armada se pudiera dedicar a organizar la población para una defensa como fuerza de disuasión frente a un ocupante?
¿Esto es realista?
Es complejo. Pero la alternativa es que todos defienden una causa justa. Israel defiende una causa justa de defenderse de un ataque. Y los palestinos defienden su causa justa. Cada uno va a invocar la guerra justa, cada uno crea sus demandas y crea su discurso para convencer a su gente de que el otro es el eje del mal. Y así estamos. Lo que me alucina es que, en pleno siglo XXI, aún estemos repitiendo las mismas respuestas que han llevado una y otra vez al desastre desde hace siglos.
En pleno siglo XXI, en la era de la inteligencia artificial y todas estas cosas, esto de la noviolencia y de las huelgas de hambre, ¿entiendes que a una persona joven le suene a un tema lejano, de libro de historia?
Sí. Yo he escrito un poema estos días que dice: “Ja es trobareu”, ya os daréis de bruces contra este muro… Si cada uno vive aislado en su mundillo, en sus pequeñas cositas de cada día, en su entretenimiento y en su inteligencia artificial…, tendremos una sociedad desconectada de sus raíces e incapaz de aprender nada de la historia. Una sociedad que cree que solo la electrónica y la inteligencia artificial y las redes nos van a salvar es la antesala de un fascismo planetario, porque esto es propaganda, propaganda, propaganda, propaganda. ¿Quién controla las redes? El dinero gobierna el mundo. Compra periódicos y medios de comunicación para construir las opiniones. E invierte en las industrias que dan más dinero: la farmacéutica, la armamentística, la alimentación… Vas destruyendo todos los tejidos sociales y humanos tradicionales, y los va suplantando por ese “mundo del futuro”, que es el mundo de los cuatro súper ricos que ya acumulan más dinero que los propios gobiernos. Si este es el mundo que queremos, “Ja es trobareu”.
Y entonces, tú, frente a eso, decides ponerte en huelga de hambre.
¡Claro! Frente a todas estas barbaridades y atrocidades en Palestina, más los migrantes que dejamos que mueran y que sean maltratados desde su país de origen hasta llegar a nuestras costas, tenemos que reaccionar. ¡Podemos hacerlo!
¿Y esperas poder abrirle los ojos a mucha gente con esta acción?
De momento, la sorpresa ha sido ver esta iglesia que nos han ofrecido los jesuitas llena de gente, mucha de ella ya comprometida, pero probablemente otra parte no lo estaba tanto. Creo que se genera como una especie de empatía vicaria. Es decir: “Yo estoy sufriendo por lo que está pasando en Gaza, o en Ucrania, o en tantos lugares. No sé qué hacer, me veo impotente. Y cuando un amigo, un conocido, una persona cercana hace un acto que la mayoría de la gente considera heroico, aunque no lo sea, me toca emocionalmente”. Ahí es donde entra esta empatía vicaria. Es decir, lo que yo no era capaz de hacer por Gaza, porque no sabía cómo hacerlo y porque esto me quedaba un poco lejos, ahora se canaliza: vengo aquí, organizado y participo en actos, voy a hacer ayunos y silencios. Este es el objetivo.
¿Qué incidencia puede tener todo eso en la política internacional?
En el manifiesto que hemos hecho público hay una apelación al gobierno español. El ministro Albares no es de los peores actualmente. Pero en el discurso que hizo en la Comisión de Exteriores [argumentando por qué España seguirá financiando a la UNRWA, la agencia de la ONU que trabaja con los refugiados y refugiadas de Palestina], no habló del comercio de armas. No vale decir que en estos momentos no estamos vendiendo ningún arma. ¡Hombre, por favor! Tenemos muchos contratos firmados. Y no se habla tampoco de que España está comprando armas y sistemas sofisticados de doble uso a Israel, que después sirven para control y para represión. Está muy bien hacer declaraciones de que España promueve una conferencia internacional de paz con 80 países que lo apoyan, pero seguimos colaborando, manteniendo el negocio armamentístico con armas testadas en zona de combate. Israel las puede vender así porque las ha probado antes con los palestinos. Y esto es de una indecencia absoluta.