Llevo cuatro años con los ancianos, hemos pasado juntos la pandemia, la post pandemia y ahora la vida ordinaria. Y constato que el acompañamiento a los mayores de nuestra casa Residencia Vedruna de Puerto Real, deriva de la comprensión integral de la vida. Enraíza muy bien, además de nuestro carisma, en lo que el Papa Francisco llama la espiritualidad integral que incide en la Justicia, Paz e Integridad de la Creación de nuestro entorno: “Convertirse a la ecología integral es cuidar a los demás” [1].
Nuestro hacer y nuestro estar es el sentirnos hermanos y hermanas, ser conscientes que son personas que la sociedad en muchos momentos margina, que aquí están en los últimos años de su vida y son uno de los grupos más frágiles de nuestro mundo.
Joaquina de Vedruna al fundar la Congregación, tenía un ideal, unos criterios: “Trabajar por la gloria de Dios y el bien del prójimo”. San Ireneo entiende el bien del prójimo como que el ser humano viva. Y aquí esta nuestra Misión: que nuestros mayores vivan y vivan felices los últimos años de su vida.
Tenemos documentos que nos traducen estos criterios. El Papa Francisco en sus diferentes encíclicas, sobre todo en Laudato Si, Fratelli tutti y el último documento sobre la Dignidad Humana, avala esta forma de entender la vida, lo que Joaquina quería de sus hijas, de la Congregación. Pero dando pasos en nuestra vida y en la historia, descubrimos que todo está interrelacionado, interconectado. En Puerto Real, caminamos con las personas ancianas queriendo ser conscientes, que somos parte de un todo, que nos unifica, que hace que todos dependamos unos de otros y de nuestro cosmos, que nada nos puede ser ajeno. Y con ellos lo vivimos cada día.
El Papa Francisco ya nos dio pistas: “El ser humano es también una criatura de nuestro mundo, que tiene derecho a vivir y a ser feliz, y que además tiene una dignidad especialísima” [2]. Asimismo, en su último documento Dignitas infinita nos expresa cómo Cristo eleva la dignidad de la persona, “proclamando que el reino de Dios pertenece a los pobres…. Porque Él está presente en esas personas. Jesús aportó la gran novedad del reconocimiento de la dignidad de aquellas personas que eran calificadas de “indignas” y, con este nuevo principio de la historia humana, por el que el ser humano es más “digno” de respeto y amor cuanto más débil (…), ha cambiado la faz del mundo.” En nuestra Familia Vedruna nos decimos que “La relectura de la experiencia Trinitaria nos ayuda a acompañar procesos de humanización a partir de las relaciones de amor con otras personas, con el cosmos y con el gran Otro, nuestro Dios”. [3]
Y nosotras los acompañamos, los cuidamos, vivimos nuestro día a día, desde un cuidado biopsicosocial, integral.
Nuestra prueba de fuego fue la pandemia. La vivimos desde la relación que teníamos con ellos, con el personal, con las familias sin poder entrar en nuestra casa, en los espacios al aire libre que eran aprovechados para casi todo. Desde la contemplación del mar desde nuestra terraza, hasta actividades en la calle, en un espacio que nos preparó el ayuntamiento. Éramos un todo, cada una con su tarea, con su hacer para que nuestros mayores tuviesen todo lo que necesitaban y fueran felices, estuvieran confortables, ¡VIVIERAN! Era un continuo crear, inventar y darnos cuenta cómo todos dependíamos de todos y de todo lo que teníamos alrededor. Descubrimos la interconexión y, ¡la vivimos al máximo!
Hoy la vida ha vuelto a su rutina. En estos 4 años han cambiado mucho las personas que tenemos en casa, pero nos marcó la necesidad de sentirnos unas con ellos y aunque va en nuestras señas de identidad el acompañar, personalizar, ser familia, para mí es diferente. Cada día aprendo, cada día me sorprenden y me estimulan a descubrir en ellas y ellos su vida y sus necesidades. Yo, como aprendiz, cada día vivo nuevos aprendizajes y me plantean nuevos retos.
Intento sacar de cada una, de cada uno, lo mejor que tienen dentro, aunque no se acuerden de lo que han desayunado, cuando sólo ha pasado casi una hora. Hoy decía una persona: ”No sé qué me pasa, recuerdo muy bien todo lo que he vivido cuando era niña, cuando era joven, y no recuerdo lo que he hecho esta mañana”. Hablan de su vida, de su pasado, de sus pequeños o grandes interrogantes como “el misterio del mar”, un mar que tenemos a 100 metros de casa: ¿por qué no se sale de su espacio? Y ven que baja la marea y se preguntan ¿a dónde se va el agua…? ¿Por qué crecen las plantas? ¿Por qué las estrellas no se caen? …
Recuerdan cómo aprendieron cuando eran niños, niñas, quien les enseñó, cómo se hacía el pan, etc. Tienen su vocabulario específico de la época, que me hacen buscarlo en Google y no fallan. ¡¡¡Que capacidad de expresión, de comunicación!!! Sólo hace falta estimularles un poco para que sean ellos mismos. Y se motivan unas a otras, y se establecen conversaciones… y descubres que nada está perdido, que siempre se puede ayudar a hacer que se sientan partícipes de una comunidad y que, su vida, aun en su ocaso, tiene sentido.
Cuando nos visitan niños o jóvenes, la interrelación les hace felices. En esta casa Residencia, siempre los jóvenes han tenido un gran protagonismo, que se tuvo que cortar con la pandemia. Ahora lo estamos retomando y lo consideramos importante por lo mucho que aportan. En algún momento, algunos de los mayores, añoran lo que no pudieron vivir cuando tenían la edad de elegir qué deseaban hacer con su vida. Intentamos que, en la medida de lo posible, asuman su realidad y sean felices, se sientan queridos, con una vida llena de sentido… y que no están solos o solas. Porque ¡¡¡todos dependemos unos de otros, del cosmos y de Dios!!!
Manuela Martínez ccv, Puerto Real
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NOTAS:
[1] Título del artículo en Vatican News sobre el videomensaje del cardenal Pietro Parolin en marzo 2024 para la 3ª edición del festival «Cine para la Creación» en Padua.
[2] Encíclica Laudato Si, nº 43.
[3] Del Documento Identidad y Misión de la Familia Vedruna, n. 3.1.