Estamos viviendo una época en la que las guerras, los desequilibrios socioeconómicos, políticos y climáticos son difusos y, en algunas zonas del mundo están en decidido aumento. Y con ellos, inevitablemente, los movimientos de población, que llevan consigo el sufrimiento de quien debe hacer un viaje largo y peligroso, superando fronteras que se resisten y afrontando el riesgo de sufrir abusos, intentando sobrevivir y gradualmente entrar a formar parte de las sociedades de los países receptores a pesar de los obstáculos causados por procedimientos legales poco fiables, sistemas de acogida deficientes, falta de políticas de cohesión y la difusión, en muchas áreas, de una cultura de hostilidad hacia las diferencias.

El Mediterráneo central sigue siendo una de las rutas migratorias más peligrosas del mundo y la renovación del Memorándum Italia-Libia no pone ningún límite a las violaciones de los derechos de las personas migrantes, al contrario, crea precisamente las condiciones para su continuación.

Europa sigue siendo incapaz de dar una respuesta significativa y conjunta a la tragedia del creciente número de personas que mueren en el intento de alcanzar la salvación o están expuestas a graves abusos y explotación. Los “corredores humanitarios” son una vía segura y legal para la entrada en Italia y también en Francia, Bélgica y Andorra.

Como dijo el Papa Francisco en la audiencia del 18 de marzo de 2023: “Los corredores humanitarios se iniciaron en 2016 como respuesta a la situación cada vez más dramática en la ruta Mediterránea, gracias a la creatividad generosa de la Comunidad de Sant’Egidio, de la Federación de Iglesias Evangélicas y de la Mesa Valdense. Hoy, esa iniciativa, es trágicamente actual, más aún, más que nunca necesaria; lo atestigua lamentablemente también el reciente naufragio de Cutro (trágico naufragio, donde han perdido la vida más de 70 personas, entre ellas un número demasiado grande de mujeres y niños). Ese naufragio no debía producirse, y hay que hacer todo lo posible para que no se repita. Los corredores abren puentes que muchos niños, mujeres, hombres, ancianos, provenientes de situaciones muy precarias y de graves peligros, finalmente han recorrido con seguridad, legalidad y dignidad hasta los países de acogida. Ellos atraviesan las fronteras y, más aún, los muros de indiferencia sobre los que, a menudo, se rompe la esperanza de muchísimas personas, que esperan durante años en situaciones dolorosas e insostenibles».

También nosotras Carmelitas de la Caridad de Italia, hemos encontrado la posibilidad de colaborar con Sant’Egidio para acoger a las familias llegadas a Italia a través de los corredores humanitarios, a la vez que a través de la USMI nacional decimos «no» medidas inhumanas que alimentan la crisis global de los migrantes y refugiados que encuentran la muerte en el mar mientras buscan, en la otra orilla del Mediterráneo, poner a salvo sus vidas amenazadas por la guerra y el hambre. Desde hace algunos años, con el permiso de la Congregación, hemos llegado a un acuerdo con la Comunidad de Sant’Egidio para la ocupación de un pequeño apartamento que hay en nuestra casa, con una entrada separada. Ahí acogemos a familias que llegan a través de los corredores y son acompañadas por Sant’Egidio hasta su plena inserción en nuestra realidad social.

Hasta ahora hemos acogido a cinco familias: dos familias sirias procedentes de campos del Líbano, una familia congoleña procedente de los campos de refugiados de Lesbos, una familia somalí/eritrea procedente del infierno de Libia y ahora una nueva familia congoleña con dos niños. Todas las demás familias estaban compuestas por padres y un hijo/hija y en todas ellas floreció la vida y nacieron otros niños, también la familia que estamos acogiendo ahora espera otro niño.

Nosotras solo podemos ofrecer la hospitalidad, pero la colaboración en red con la Comunidad de Sant’Egidio, hace que estos hermanos migrantes puedan salir por fin de situaciones inhumanas e insostenibles y encontrar una vida más humana y digna.

La presencia de estas familias y de sus hijos ha traído alegría y vitalidad también a nuestras hermanas ancianas y enfermas que se alegran de verlas y oírlas en el jardín y están felices de saber que, con nuestra hospitalidad y junto con los voluntarios de Sant’Egidio, estamos todas y todos colaborando a que aprendan italiano, vayan a la escuela, encuentren trabajo y, poco a poco, se vayan insertando en nuestra sociedad.

Es nuestra pequeña contribución para intentar juntos dar una respuesta en nuestra realidad al gran desafío de las migraciones. Solas no podremos hacer nada, pero en red con muchos otros que, como nosotras, sueñan con un mundo más humano y fraterno se pueden encender muchas luces de esperanza. Constatado, manifestado.

Rosanna Rizzi, ccv
Comunidad Vedruna Roma-Prati. Equipo del Eje JPIC