Algunas comunidades y personas de nuestra familia Vedruna estamos próximas a comunidades cristianas que responden al llamado del Papa Francisco a toda la Iglesia, a ser “Hospital de Campaña”, una Iglesia que sabe acompañar, cuidar a los más débiles y anunciar el Evangelio en la caridad activa, en un mundo que, en nombre del bienestar y de la eficacia a toda costa, margina y descarta. Es decir, que intenta caminar comunitariamente en la espiritualidad ecológica integral. En Barcelona tenemos la parroquia de Santa Ana, y en Madrid, San Carlos Borromeo de Entrevías. A esta última comunidad le hemos pedido que nos explique cuál es su manera de ser y de estar. Aquí tenéis lo que nos dicen:
Nuestra Comunidad es pequeña, pero llena de sueños. Muchas veces recorriendo desiertos, pero descansando en “los oasis” que encontramos, por medio de la acogida que damos y nos damos, mediante la aceptación de las demás sin miramientos, y los “achuchones” que ofrecemos, en medio de nuestras alegrías y luchas y, en especial, por lo que nos enseñan quienes son las “predilectas de Jesús”. Ellas fortalecen nuestros sueños, sueños de Soror-Fraternidad, de equidad, de fin de todas las guerras y atrocidades para con el ser humano y para con nuestro Planeta, del que formamos parte y al que tenemos que cuidar por ser nuestra La Casa Común como nos dice el Papa Francisco en Lautato’ si “Hemos crecido pensando que éramos sus propietarios y dominadores, autorizados a expoliarla” [1], sin pensar que estamos constituidos por sus mismos elementos.
Y no solo Laudato si; también la encíclica Fratelli Tutti, «Todos hermanos”, y la exhortación apostólica Laudate Deum, sobre la crisis climática, constituyen nuestros referentes teóricos y de comportamiento que nos estimulan.
Nos guiamos por una espiritualidad encarnada: “de ida y de vuelta”. De ida, con nuestras acciones sociales transformadoras en las diversas periferias que el sistema neoliberal produce; y de vuelta, teniendo como centro el mensaje liberador del Maestro de Galilea, Jesús de Nazaret: el anuncio del Reino, tal y como lo entendieron y anunciaron las primeras comunidades cristianas.
En ellas, a pesar de las dificultades y pruebas a las que se veían sometidas, el centro no era el “yo” individualista, aislado de la realidad en la que están, sino la Comunidad (el don común), de ahí el compartir los bienes en tanto que gratuidad. En los primeros siglos en los que se desarrolló la fe cristiana, los Santos Padres: San Basilio, San Juan Crisóstomo, San Ambrosio, San Gregorio Magno, San Agustin expresan en sus escritos y homilías el sentido universal de los bienes que poseemos. En ese intento de continuar la forma de relacionarse las primeras comunidades: “no llamaban propia a ninguna de sus posesiones, antes lo tenían todo en común…”.[2]
Este Reino de Dios por el que apostamos “es un escándalo” como dijo ya Monseñor Arceo, pues “Se le esperaba glorioso, y aparece despreciable. Se le deseaba fuerte, y se manifiesta débil. Se le soñaba poderoso, y aparece humilde. Se preparaban para él los justos, y llega para los pecadores. Se le podía suponer centrado en el templo, en los ritos, en las sinagogas, y se manifiesta como un Reino de Dios para los pobres”.[3]
Nos apoyamos en una Cristología que “libera espacios”, personas, buscando que sean ellas las protagonistas. Damos humildemente testimonio de ello. Hemos aprendido con los años que no se trata de hacer cosas cuando tenga tiempo -libre- (de estos cada vez andamos más escasos) cuanto de liberar tiempos de una ajetreada vida para dedicarla a los demás.
Pretendemos ser una Comunidad de iguales, con una estructura de horizontalidad, donde cada persona aporta su carisma de servicio, como DON. Éste no se puede “mercadear”, “traficar”, pues nace de la gratuidad: “Dad gratis lo que habéis recibido gratis” [4]. Por consiguiente, nuestra Comunidad es: inclusiva, participativa, de espacio integrador, y de puertas abiertas siempre, acogedora, de escucha activa: “El sentarse a escuchar a otro, característico de un encuentro humano, es un paradigma de actitud receptiva, de quien supera el narcisismo y recibe al otro, le presta atención, lo acoge en su propio círculo” .[5]
Que defiende los derechos humanos dentro y fuera de la Iglesia sin ningún tipo de exclusiones, discriminaciones, como las diversidades afectivos-sexuales, el reconocimiento de la igualdad real de la mujer dentro de la Iglesia, revindicada en la “revuelta de mujeres en la Iglesia”. Los y las empobrecidas, sociales y económicos, quienes no cuentan, “Los nadies: los ningunos, los ninguneados”, como diría Galeano, centran también nuestra atención y defensa prioritaria de sus derechos humanos.
Si en los primeros años de nuestra Comunidad, la atención, el acompañamiento, estaba centrada principalmente en los jóvenes drogodependientes y con VIH, con todo lo que ello conllevaba, desde más de 30 años son las personas migrantes y quienes solicitan demanda de protección y asilo -tratadas en el mejor de los casos como mercancías, pero a quienes se les niegan sus derechos más fundamentales-quienes prioritariamente constituyen nuestra comunidad.
Especial atención de acogida, escucha y acompañamiento la hacemos para aquellas que no tienen voz, y sus gritos desgarradores no han sido escuchados y se les tienen privados de libertad en los CIES, o más ampliamente para con las personas en tránsito forzoso, migrantes y refugiadas. Pero pretendiendo no ser voz de los sin voz, sino acoger, escuchar y acompañar para que se den las posibilidades reales de que ellos, las víctimas de todo este sistema, tengan su propia voz. Que unida a otras podamos formar, todas juntas, una coral por los derechos y la libertad.
Somos una comunidad celebrativa, en la que la Eucaristía (mesa de Jesús, como nos dijo Leonardo Boff en su visita de 2007) se nutre y se prolonga mediante una comensalidad abierta, de acogida, sin exclusión por ningún motivo, especialmente para las últimas; pretendemos que todas se sientan en la mesa, como signo inequívoco de haberla celebrado. No hay Eucaristía sin compartir.
Somos también una comunidad ecuménica, plural. Estamos convencidos también “Que las distintas religiones, a partir de la valoración de cada persona humana como criatura llamada a ser hijo o hija de Dios, ofrecen un aporte valioso para la construcción de la fraternidad y para la defensa de la justicia en la sociedad” [6]. Por consiguiente, nos vincula la fe en las personas, no un determinado credo o religión. En este sentido defendemos una Espiritualidad macro-ecuménica.
Es así, porque la realidad absoluta, expresada con diversos nombres, tiene múltiples manifestaciones históricas que no la agotan. De ahí que entre todas debemos buscar la verdad, que no es patrimonio exclusivo de ninguna de ellas. En este sentido, nuestra comunidad se alegra de poder celebrar encuentros con nuestros hermanos musulmanes en sus fechas más significativas, o con otras religiones e incluso con personas que se consideran ateas.
En la Fratelli Tutti se nos dice a propósito de la “Creciente apertura del amor”: “El amor nos pone finalmente en tensión hacia la comunión universal. Nadie madura ni alcanza su plenitud aislándose. Por su propia dinámica, el amor reclama una creciente apertura, mayor capacidad de acoger a otros, en una aventura nunca acabada que integra todas las periferias hacia un pleno sentido de pertenencia mutua. Jesús nos dice: “Todos vosotros sois hermanos” (Mt.23,8). [7]
Nuestro compromiso por el Reino que Jesús inauguró implica también denuncia. “El ejercicio de la solidaridad marca nuestra vida cotidiana. La solidaridad bien entendida es un ejercicio que no tiene fecha de caducidad. De ahí que hablemos de “acompañamiento en nuestra Comunidad y no de atención” (…) Ejercer la solidaridad nos perturba, nos des-instala: tenemos que subordinar muchas veces nuestros espacios, nuestras reuniones, incluso la celebración dominical, para dar prioridad a las necesidades que vemos o nos piden. Una solidaridad indolora -que no incomode- no es solidaridad”. [8]
Solemos decir en nuestra Comunidad que los espacios no son sagrados por sí mismos, sino que son sagrados por la Vida que se genera, que se cuida y se mantiene en ellos, una Vida que parte de lo más básico: “techo y pan”, pero que no se queda ahí, pues no pretendemos suplir las obligaciones que tiene el Estado a que no haya nadie sin techo, a la acogida integral de las personas en tránsito obligatorio, migrantes y refugiados, a reconocer en la práctica la dignidad de toda persona humana y a que sean reconocidos sus derechos.
Finalmente, somos una Comunidad esperanzada. A lo largo de nuestros años como Comunidad, al igual que las pequeñas barcas, hemos sufrido tempestades que nos han hecho gritar como en el Evangelio: “Señor ¿no ves que nos estamos hundiendo?” [9]. Pero hemos confiado en Él y nos hemos apoyado en quienes nos han precedido con su testimonio en defensa de los valores que promueven una humanidad plena. San Pablo nos anima y nos lo recuerda en la carta a los Romanos: “¿Quién podrá separarnos entonces del amor de Cristo? ¿Las tribulaciones, las angustias, la persecución, el hambre, la desnudez, los peligros, la espada? Pero en todo esto obtenemos una amplia victoria, gracias a aquel que nos amó”. [10]
Si dijimos que tenemos “sueños”, es porque queremos estar “Anclados en la Esperanza” en palabras del Papa Francisco: “La imagen del ancla es sugestiva para comprender la estabilidad y la seguridad que poseemos si nos encomendamos al Señor Jesús en medio de las aguas agitadas de la vida”. [11]
Pero este seguimiento comunitario no nos libera de los esfuerzos, sacrificios, contratiempos, persecuciones, luchas –lo que el místico protestante D. Bonhoeffer llama la “gratia cara”- nos ancla en la responsabilidad que, como seres humanos, tenemos ante el plan libremente aceptado que Dios nos propone. Y este seguimiento lo intentamos vivir con Felicidad, mirándonos a los ojos y agradeciendo la fortuna de habernos encontrado con tantas y tantos que caminan por esta tierra en busca de “la fonte que mana y corre, aunque es de noche”, en palabras de Juan de la Cruz.
Entrevías, Julio de 2024
(Fotos cedidas por la Comunidad San Carlos Borromeo)
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NOTAS
[1] Laudato Si’. Carta Encíclica de S.S. Papa Francisco, 2015, Ed. San Pablo, Madrid, pág. 7.
[2] Hechos de los Apóstoles 4, 32-35.
[3] Entrevista a Santiago Agrelo, arzobispo de Tánger https://revistautopia.org/entrevista-santiago-agrelo-arzobispo/
[4] Mt 10,8.
[5] Fratelli Tutti. Todos Hermanos, Carta Encíclica de S.S. Papa Francisco, 2020,. Ed. San Pablo, Madrid, pág.44.
[6] Ibid. F. Tutti pág. 215.
[7] Ibid F. Tutti pág. 78.
[8] Baeza, Javier. Párroco del CENTRO PASTORAL SAN CARLOS BORROMEO. ”TEOLOGÍAS QUE LIBERAN ESPACIOS Y PERSONAS”. Conferencia dada en el Centro Cultural “Gloria Fuertes”, Barajas, 3 de Junio del 2021.
[9] Evangelio de Mateo, 8, 25.
[10] Carta a los Romanos 8,35.37-39.
[11] Spes non Confundit. Bula del Jubileo ordinario del año 2025 Papa Francisco. Ed. San Pablo, Madrid 2024, pág.45.