La convocatoria del 25 N fue iniciada por el movimiento feminista latinoamericano en 1981 para conmemorar la fecha en la que fueron torturadas y asesinadas , en 1960, las tres hermanas Mirabal por oponerse a la dictadura de Trujillo, en la República Dominicana.
La ONU, en 1999, asumió esta jornada reivindicativa, entendiendo por violencia contra las mujeres «todo acto de violencia basado en la pertenencia al sexo femenino que tenga o pueda tener como resultado un daño o sufrimiento físico, sexual o psicológico para la mujer, así como las amenazas de tales actos, la coacción o la privación arbitraria de la libertad, tanto si se producen en la vida pública como en la vida privada». Desde entonces gobiernos y organizaciones convocan actos para sensibilizar a la opinión pública sobre esta lacra.
Nos agreden y nos matan por ser mujeres. ¿Por ser mujeres? Sí, porque el sistema patriarcal nos define además de por el sexo, por el género. El género es una construcción social superpuesta al sexo. Los géneros patriarcales sin excepción, definen, dividen, limitan e imponen la forma de ser, el comportamiento y la valoración -tanto pública como privada- de las personas según hayan nacido mujeres u hombres. Las mujeres: ser para las demás personas más que para sí mismas, ser las que han de cuidar una especie y un entorno que la masculinidad violenta se encarga de dañar o destruir; su ámbito de vida es el doméstico. Los hombres: se encargan de organizar la vida pública, económica y social, para ello necesitan que las mujeres atiendan todas sus necesidades de cuidados.
Cuando un hombre se siente ofendido y avergonzado en su masculinidad ante el resto de hombres porque la mujer que tiene al lado no cumple esos mandatos, se cree con el derecho de violentarla, ya sea para obligarla en su comportamiento o para deshacerse de ella (“la maté porque era mía”).
¿Pero si una mujer agrede o mata a un hombre… cómo se llama eso? Violencia, no específica por género, se ejerce por cualquier inquina, no porque el hombre haya actuado “menos masculino” de lo que se esperaba de él. El sistema VioGén solo añade a una denuncia la protección, el proceso judicial es equivalente al resto de casos.
El patriarcado es el sistema de dominación universal milenario que organiza las sociedades desde los intereses de los hombres concebidos como superiores a las mujeres y por ello detentadores de poder sobre ellas. Este sistema tiene por finalidad explícita y/o implícita producir mantener y perpetuar la opresión y sumisión de las mujeres en todos los ámbitos: sexual, reproductivo, laboral y afectivo. De este sistema dominador surgen todas las violencias machistas: la violencia sexual, económica, psicológica, institucional, histórica, cultural…Destacamos especialmente la violencia simbólica que -de manera subliminal- las religiones ejercen sobre las fieles mujeres desde milenios. El hecho de que sean hombres pastores, imanes, sacerdotes, etc. quienes ostentan el poder recurrente y exclusivo de identificarse con el profeta máximo, ser pontífices, intérpretes, transmisores de la sabiduría divina, hablar en nombre de dios e identificarse con él en ceremonias, construye un imaginario que subraya la inaccesibilidad de la mujer a ese entorno y por ende a otros poderes (no son capaces, no les pertenece). Esto tiene consecuencias gravísimas en la erradicación de la pobreza femenina: impide o dificulta su empoderamiento y su responsabilización, porque se las priva de la titularidad de bienes, de su organización, de dirigir comunidades donde por ellas mismas serían capaces de distribuir con más justicia los bienes comunes, la economía, la comida, el agua, las tierras… como demuestran en el entorno familiar. Si las mujeres no están empobrecidas, sus entornos tampoco.
A pesar de que la historia escrita por el sistema ha silenciado las voces de las mujeres, vamos recopilando genealogías de mujeres concienciadas de su opresión. Hace 300 años se inicia el feminismo: movimiento social y político de las mujeres -con el que algunos hombres colaboran-, teórico y activista, analítico y reivindicativo, que defiende una sociedad más justa, igualitaria y pacífica, en la que las relaciones entre las personas se rijan por una única identidad de seres humanos con iguales derechos, y por el respeto y cuidado del medio en que vivimos.
Esta utopía nos ha lanzado de nuevo a la calle el pasado 25 de noviembre. Con el lema “Que la vergüenza cambie de bando” se pone el foco en los maltratadores y asesinos por ser los causantes del problema de la violencia contra las mujeres. Los datos son terroríficos: alertan de un asombroso aumento del 50% de violencia de género en el mundo respecto al año anterior; casi 1 de cada 3 mujeres y niñas sufrirá violencia física o sexual durante su vida; más de la mitad de los feminicidios fueron cometidos por parejas íntimas o miembros de la familia; hasta el 70 por ciento de las mujeres experimentan violencia en el transcurso de su vida; etc., etc.
En España hasta la fecha han sido asesinadas 41 mujeres por sus parejas o exparejas a las queremos añadir la violencia vicaria sobre hijas o hijos para hacer daño a las mujeres. El Ministerio del Interior informa de 101.008 casos activos en el sistema VioGén. Nuestra sociedad no es tan democrática como parece, los datos reflejan la urgencia inaplazable con señales de alarma de alerta respecto a la juventud y al negacionismo. Estamos ante un problema estructural, pero no se toca la estructura solo se gestiona la violencia machista cuando ya se ha producido.
Sobre todo falta socialización y formación. Como personas portadoras del carisma Vedruna “aprendamos de todo” “en marcha con otras mujeres que han apostado decididamente por la vida”, “María de Nazaret, María Magdalena, Joaquina, junto con otras son referencia moral”, “comprometámonos con movimientos de mujeres en la sociedad y en la Iglesia”, con la educación, sanación y liberación; seamos diligentes para educar en igualdad, especialmente a la juventud a través de nuestro testimonio, de nuestras palabras, usando un lenguaje no sexista en el que las mujeres sean nombradas, además de enseñar críticamente sobre videojuegos, cine, música, medios de comunicación, redes sociales que difunden una sistemática cosificación e hipersexualización de las mujeres y niñas conducente hacia la pornografía, que a su vez fomenta la violencia sexual de los hombres hacia las mujeres y hace creer a los adolescentes que ellas son su derecho y a las chicas que deben aceptar sin rechistar. Educar en el respeto y el cuidado sana y libera.
La violencia machista es un delito global porque nos atañe a todas y a todos, es global para la víctima porque está presente en todos los aspectos de su vida. Es una cuestión de Estado, por eso la sociedad en su conjunto tiene la responsabilidad y debe asumirla.
Es urgente e inaplazable un proyecto educativo integral y obligatorio que erradique la misoginia naturalizada y valore a las mujeres de manera que ninguna viva con culpa, vergüenza o miedo paralizante a ser asesinada por el terrorismo machista.
Paqui Puente Durández
LV Camino, León
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