El envejecimiento de la población demanda cada vez más y mejores cuidados. Para ello se necesita sensibilización y reconocimiento sobre la importancia de estas tareas, pero también un reparto equitativo del trabajo. Mientras la mujer se ha incorporado al trabajo fuera de casa, el hombre ha sido más tibio en la asunción de responsabilidades domésticas.
Cuidados: Conjunto de actividades necesarias para sostener la vida, la salud y el bienestar de las personas. El feminismo visibiliza que estas tareas han sido históricamente asumidas por mujeres sin reconocimiento ni remuneración. El Instituto de las Mujeres se refiere a los cuidados como “aquellas actividades que permiten la regeneración del bienestar físico y emocional de las personas”. La Oficina Internacional del Trabajo (2019) distingue entre actividades de cuidado directo (implican un contacto directo entre la persona cuidada y la cuidadora) y actividades de cuidado indirecto (lo que podríamos denominar trabajo doméstico). Según la socióloga M. Ángeles Durán, a partir de datos de la Organización Internacional del Trabajo, el tiempo de trabajo de cuidado no remunerado en España equivaldría a más de 28 millones empleos a tiempo completo (la cifra de la población ocupada en actividades remuneradas es de 22 millones).
Carga mental: Los cuidados no terminan con su ejecución. Se reconoce que implican además una tensión constante en cuanto a planificar, organizar y anticipar las necesidades del hogar y de las personas a cargo. Es una forma invisible de trabajo que recae principalmente en las mujeres y que va más allá de la ejecución física de las tareas.
Trabajo: Se dividide en trabajo remunerado y no remunerado, denominado también trabajo reproductivo, pues garantiza la reproducción de la fuerza de trabajo. En todos los países de Europa, los hombres superan a las mujeres en tiempo dedicado a trabajo remunerado, y las mujeres superan a los hombres en tiempo dedicado al trabajo no remunerado. En el cómputo global, salvo excepciones como Países Bajos y Noruega, las mujeres dedican más tiempo al trabajo total que los hombres, debido al fenómeno conocido como doble jornada (trabajo fuera de casa y trabajo en el hogar). En España, la diferencia entre mujeres y trabajos está en casi una hora diaria (54 minutos), a favor de las primeras, según los últimos datos del INE, referidos a 2010. Esos resultados, sin embargo, están sesgados, debido a que, durante la Gran recesión, se disparó el paro y la temporalidad entre los varones, y en consecuencia también su tiempo dedicado a los cuidados. En 2025, el Instituto Nacional de Estadística está llevando a cabo el trabajo de campo para una nueva Encuesta de Empleo del Tiempo, que se publicará en 2026. Se podrá entonces verificar si vuelve a ensancharse la brecha de género o, por el contrario, se confirma la progresiva incorporación de los hombres jóvenes en España a los cuidados, especialmente a los cuidados directos de los hijos (los varones españoles, por el contrario, no se han incorporado tanto a los trabajos del hogar). Si bien España partía de resultados peores que el resto, han sido también uno de los países de Europa que más rápido ha avanzado en las últimas décadas hacia la igualdad.
Brecha de género. En comparación con la anterior Encuesta de Empleo del Tiempo, de 2003, los hombres jóvenes españoles han aumentado en 49 minutos diarios el tiempo dedicado a cuidados. Pese a ello, las brechas de género permanecen en casi todos los indicadores. La brecha en cuanto a tiempo dedicado al trabajo total (suma de trabajo remunerado y trabajo de cuidado) ha seguido ampliándose (siete minutos más). Las mujeres dedican, en consonancia, menos tiempo a otras actividades, como el ocio y la vida social, la práctica de deportes o la lectura.
Tiempo social (en horas y minutos) dedicado a las principales actividades por las personas entre 25 y 44 años, 2003-2010
Fuente: Bernardi, F., y Martínez Pastor, J.I (2023) a partir de datos del INE
División sexual del trabajo. La familia basada en el “varón sustentador” y la “mujer ama de casa” es un fenómeno que se expande con la revolución industrial, puesto que, con anterioridad, los espacios familiares y de trabajo no estaban nítidamente delimitado y el reparto de tareas era más igualitaria. En “La revolución del padre” (Mensajero, 2018), Fernando Vidal sostiene que el traslado de los hombres a las fábricas, mientras las mujeres permanecían en el hogar, se produjo de forma simultánea con la propagación de lo que denomina “moral victoriana”, claramente patriarcal. El patriarcado es una ideología basada en el género (la verdadera ideología de género) que sistemáticamente relega a las mujeres a las tareas de menor prestigio.
Crisis de los cuidados. Consiste en la escasez estructural de personas cuidadoras suficientes para atender a las crecientes necesidades de población dependiente, debido a que la incorporación de las mujeres al trabajo remunerado a partir de la década de los 60 del siglo XX no ha estado acompañada de una incorporación equivalente de los varones a los trabajos no remunerados.
Filosofía política feminista: “Lo personal es político”, célebre frase de Carol Hanisch, sintetiza la máxima feminista que denuncia que las desigualdades de género en la vida cotidiana son causa y a su vez efecto de las desigualdades en el ámbito social y político. Una manifestación de este fenómeno sería el desigual trato y diferente educación proporcionada a niños y niñas, en función de los roles que la sociedad espera de cada género. Carole Pateman denuncia la dicotomía entre esfera pública y esfera privada. Según Pateman, las mujeres son excluidas del contrato social original, y se las expulsa de la vida pública, lo que progresivamente van interiorizando desde la niñez.
Ética del cuidado: Corriente filosófica feminista que valora la interdependencia humana y destaca la importancia de las relaciones, la empatía y la responsabilidad mutua, en contraposición al modelo tradicional individualista y racionalista de la ética dominante. Entre sus autoras más reconocidas, figuran Carol Gilligan o Joan Tronto. Frente a esa perspectiva más “racional”, Simone Weil ofrece una perspectiva de tipo más espiritual y contemplativo con su ética del descentramiento.
Teología del cuidado. Madeleine Delbrêl, mística que vivió en barrios obreros en Francia, considera los cuidados como una atención radical en lo ordinario. A partir de planteamientos similares, la Asociación de Teólogas Españolas han presentado el cuidado como categoría política y universal. Destacable en esta línea son los trabajos de Pepa Torres y la intersección que plantea entre espiritualidad, justicia social y género (Teología en las periferias: De amor político y cuidados en tiempos de incertidumbre. Editorial San Pablo, 2020).