En los estremecedores relatos del Sr. Tanaka y la Sra. Tsuchida, hemos escuchado su grito sereno y contundente por la abolición de las armas nucleares. Para la no repetición, con ningún pueblo, de cualquier ataque con bombas nucleares o de hidrógeno y la solución pacífica de las controversias según la Carta de la ONU.

El 20 de enero, algunas entidades que formamos parte de la Alianza por el Desarme Nuclear [2], pudimos participar en la reunión con una delegación japonesa de los Hibakusha en Barcelona; es decir, con los sobrevivientes de las bombas atómicas de Hiroshima y Nagasaki.

Escuchamos las experiencias vividas por el Sr. Shigemitsu Tanaka, superviviente de la bomba atómica de Nagasaki y representante nacional de Nihon Hidankyo, y por la Sra. Yayoi Tsuchida, secretaria general adjunta de Gensuikyo, una de las organizaciones; también a otros supervivientes y a varios miembros de las generaciones posteriores que les apoyan en su labor para que el gobierno japonés firme y ratifique el Tratado sobre la Prohibición de las Armas Nucleares (TPAN en español) y actúe de acuerdo a la política nacional japonesa y el Art. 9 de su Constitución [3] adoptando, ahora libremente, los tres principios antinucleares: de no poseer, no fabricar y no permitir la entrada de armas nucleares.

Nihon Hidankyo es la Confederación Japonesa de Organizaciones de Víctimas de Bombas A y H, fundada el 10 de agosto de 1956, después que Estados Unidos volviese a hacer la primera prueba de una nueva arma en el atolón de Bikini (Enewetak) del Océanis Pacífico, una bomba termonuclear de hidrógeno mil veces más letal que la de Hiroshima. “La lluvia radiactiva de la bomba H contaminó amplias áreas del mundo, desde el Pacífico hasta el Océano Índico. Unos mil barcos atuneros japoneses se vieron afectados. Se vertió una enorme cantidad de atún contaminado y los miembros de la tripulación murieron a causa de enfermedades causadas por la radiación […] En poco tiempo, se recolectaron más de 30 millones de firmas para la prohibición de las bombas atómicas y de hidrógeno y se fundó Gensuikyo (1955) y luego Nihon Hidankyo (1956)”, dijo la Sra. Tsuchida. Ellos y ellas representan a más de 174.000 sobrevivientes.

El pasado 28 de octubre, Nihon Hidankyo recibió el Premio Nobel de la Paz 2024 por sus “68 años de movimiento de base para testimoniar las experiencias de los Hibakusha y hacer un llamamiento al mundo para que nunca se vuelvan a utilizar armas nucleares”, nos dijo el Sr. Tanaka.

El bombardeo atómico trajo una devastación catastrófica a Nagasaki y sigue atormentando física y mentalmente a los supervivientes” (Sra. Tsuchida). Para poder comprender su alcance es preciso escuchar a los testigos con atención. Por ello transcribo una buena parte del relato del Sr. Tanaka, con sus propias palabras:

“El 9 de agosto de 1945, yo tenía 4 años. En ese momento, vivía en la aldea de Togitsu con otros 5 familiares, a unos 6 km del centro de la explosión de Nagasaki. Estaba con mi abuelo y mi hermano menor jugando bajo un árbol del patio. Dije: ‘Abuelo, escucho que se acerca un avión’. Vi un destello blanco deslumbrante en el cielo y escuché un sonido atronador de explosión. Me asusté mucho y corrí hacia mi madre, gritando: ‘¡La montaña fue bombardeada!’. Todos los cristales de las ventanas de la casa se rompieron en fragmentos y todas las puertas correderas volaron. Ninguno de mis familiares tenía heridas entonces. Mi madre ayudó a cuidar a los heridos dentro de una escuela primaria cercana y nos contaba que, a veces, las heridas impedían saber si se trataba de un hombre o de una mujer, no parecían seres humanos y las habitaciones estaban llenas de gemidos y olores pútridos. No había nada para ofrecerles, ni siquiera para los primeros auxilios, todo se había desintegrado. Así que solo podían limpiar sus cuerpos con toallas mojadas en agua salada hervida y quitar los gusanos y fragmentos de vidrio adheridos a sus cuerpos.  El 11 de agosto, mi madre y mis hermanos fueron a Nagasaki a buscar familiares y amigos, pero no encontraron a nadie, y, al cabo de unos días, todos empezaron a sufrir diarrea y le aparecieron erupciones en ambas piernas a mi madre, que describieron como ‘sarna de bomba atómica’. En sus últimos años de vida, mi madre sufrió enfermedades hepáticas y tiroideas y fue hospitalizada en repetidas ocasiones para recibir tratamiento. Mi padre era miembro del equipo militar de rescate para retirar cadáveres de los escombros, y regresó a casa a finales de agosto. Decía que se sentía cansado por todas partes y fue dado de baja del ejército. Se impacientaba y empezó a agredir a mi madre. Se marchó de casa varias veces. Regresó y mi madre quedó embarazada y, aunque ella intentó provocarse un aborto, el poder de la vida del bebé prevaleció y, en 1948, nació mi hermana menor, que ahora se dedica a las actividades de la Asociación de Hibakushas de Segunda Generación. Mi padre murió de cáncer de hígado en 1957, a los 56 años, dejándonos sin ingresos. […] Me casé con una Hibakusha de segunda generación y tuvimos dos hijos. Pero cuando mi hija quedó embarazada, se encontró una anormalidad grave en el corazón de su bebé, y el bebé vivió solo tres días”.

«Las bombas atómicas lanzadas sobre Hiroshima y Nagasaki convirtieron las dos ciudades en ruinas al instante. Los rayos de calor a varias decenas de miles de grados vaporizaban o quemaban a las personas hasta convertirlas en cenizas. Y la radiación de la bomba atravesó y dañó sus cuerpos. En las dos ciudades, en total, más de 600.000 personas estuvieron expuestas a los bombardeos aéreos y unas 200.000 de ellas murieron a finales de 1945”

Al final de su exposición, el Sr. Tanaka nos muestra una piedra aplanada de menos 15 cm por lado. La lleva siempre en su equipaje. La desenvolvió con cuidado y nos la fue pasando, diciendo que es lo que quedó de un tejado de Nagasaki en tres segundos.

Un grupo de Hibakusha están activos haciendo campañas, pero muchos no son capaces de contarle su propia historia a sus hijos. Han vivido el miedo de transmitir los efectos de la radiación a sus hijos y de morir ellos mismos. Marcados para siempre, experimentan síntomas del estrés postraumático, como la imposibilidad de comer pepinos, que fue lo único que tenían para curar sus heridas. Otros tampoco comen pescado seco, que les recuerda el olor de cuerpos quemados, e incluso no pueden cruzar puentes ni ver ríos, porque recuerdan los cadáveres que veían flotando tras la explosión.

Además, se han sentido muy discriminados y han tenido que esconder que estuvieron allí y que eran sobrevivientes porque corrían bulos de que era contagioso, y oían decir que, por ello, había que separarlos y no casarse con ellos. Cubrían sus cicatrices usando mangas largas, aunque hiciese calor. Y las mujeres sufrieron doblemente. Ellas veían imposible casarse y perdían las ganas de vivir. Se contrataban detectives antes de casarse para averiguar si la posible pareja estuvo en el lugar de la explosión. Se les decía a las niñas y niños que no dijesen que ese día estuvieron en la ciudad de Hiroshima o Nagasaki, ni explicasen lo que vivieron. Al no identificarse como sobrevivientes ni mostrar el certificado, no recibían tratamiento médico las muchas veces que lo necesitaban. Y algunas personas se sentían culpables por haber sobrevivido, después de ver morir a familiares y amigos; o porque se vieron incapaces de ayudar cuando alguien pedía auxilio y porque ni tan solo pudieron rescatar a sus hijos, atrapados bajo los edificios derrumbados. Muchos murieron sin ser capaces de hablar de ello.

También nos explicó el Sr. Tanaka que “El gobierno de Estados Unidos no solo rechazó una solicitud del Dr. Marcel Junod del Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) para enviar médicos a Hiroshima y Nagasaki y proporcionar suministros médicos a las víctimas, sino que trató de encubrir el catastrófico daño imponiendo un código de prensa a Japón. Estados Unidos estableció la Comisión de Víctimas de la Bomba Atómica (ABCC, para estudiar el efecto del bombardeo atómico, utilizando a los sobrevivientes como conejillos de indias, pero nunca les dio ningún tratamiento. En sumisión a los EE.UU., el gobierno de Japón también abandonó a los Hibakusha durante 12 años”.

Los próximo 6 y 9 de agosto se cumplen 80 años de ese bombardeo de Estados Unidos sobre Japón, para probar los efectos de la nueva bomba y lograr la claudicación de Japón e intimidar a la URSS.

Hiroshima depués de la bomba. The U.S. National Archives

La Sra. Tsuchida nos dijo: “Especialmente ahora, el peligro del uso de armas nucleares nunca ha sido mayor, y estamos al borde de una catástrofe nuclear.” Desde enero de 2023, el reloj nuclear (Reloj del Apocalipsis) se encuentra más cerca que nunca, a solo 90 segundos, de que alguien pulse el botón de un ataque nuclear en el mundo.

Los Hibakusha han llevado una lucha incansable desde la fundación de sus organizaciones. Aún ahora, siendo personas ancianas, llevan sus relatos y sus mensajes contra las armas nucleares especialmente a las escuelas, para que las nuevas generaciones sepan la verdad, el daño real de los bombardeos. También inciden en los dirigentes políticos y sociales de Japón, exigiendo que se adhieran al TPAN, y les presentaron 1.565.300 firmas de adhesión.  Otras entidades colaboran, como es el caso del Puerto de Kobe, uno de los puertos más grandes de Japón. Desde el 8 de marzo de 1975, este puerto cumple una resolución para la prohibición de la entrada de buques de guerra nucleares con armas nucleares: “Kobe Hoshiki libre armas nucleares”, a pesar de las presiones que recibe de Estados Unidos para permitir su entrada. “Esta resolución ha afectado a otros países: en 1987, Nueva Zelanda aprobó una ley que prohibía el acceso a sus puertos a buques con armas nucleares y propulsión nuclear. En mayo de 2000, el Foro del Milenio de ONGs en la ONU sugirió en su Informe Final que todos los Estados deberían aceptar el mismo método que Kobe”, tal como explica el Comité de Paz Hyogo de Kobe en el folleto que nos entregaron.

Delegaciones de Hibakusha recorren el mundo para sensibilizar a otros pueblos. En la actualidad, se calcula que entre un 60-70% de japoneses quieren que su gobierno firme el TPAN, y el 40% de sus gobiernos locales lo han pedido, pero el gobierno japonés está ligado a Estados Unidos en la doctrina de la disuasión nuclear. Esta teoría promueve la acumulación de cada vez más armas nucleares pretendiendo que estas disuadan a otros países de utilizar las suyas, por la amenaza de una posible destrucción mutua asegurada. Se trata de evitar la guerra con más armas nucleares que el posible adversario, creando una carrera de armamentos y más guerras. Pero “las armas nucleares no pueden proteger la paz y la seguridad de los pueblos del mundo” dijo la Sra. Tsuchida. Así nos lo revela la realidad. Además, existen los errores humanos y técnicos: ya han sucedido en varias ocasiones en que nos hemos salvado de un ataque nuclear gracias a personas que decidieron no apretar el botón ante indicios de un ataque nuclear que parecían ciertos, aunque posteriormente se demostró que era un error de detección y, por tanto, no existía ese posible ataque.

En gran parte, gracias a la acción de los Hibakusha, el 22 de enero de 2021 entró en vigor el TPAN, aprobado en la ONU el 7 de julio de 2017.  En este momento tiene 73 Estados parte y 94 países firmantes. Los 9 países que poseen armas nucleares no han firmado. Esta delegación Hibakusha ha llegado al Estado español del 16 al 21 de enero de 2025 para demandar, junto con las entidades españolas por la paz, que España firme el TPAN. Porque España es miembro de la OTAN y el Tratado de la OTAN no impide a sus miembros adherirse al TPAN. “Continuamos la lucha común en Japón y España. Trabajemos juntos. […] Creemos que la promoción del TPAN es un faro de esperanza para avanzar en la abolición de las armas nucleares”, dijo la Sra. Tsuchida.

Hermanas y hermanos japoneses, nosotras también seguiremos en red para trabajar junto con otras, para que la abolición de estas armas sea posible. Este Año Jubilar de la Esperanza 2025 nos empuja, aún más, a redoblar nuestra lucha por la vida de todas.

Montse Fenosa Choclán
JPIC Provincia Vedruna Europa

Artículo para descargar:
EL GRITO DE LA MEMORIA HIBAKUSHA-descarga

[1] Hibakusha en japonés, significa “persona afectada por la bomba atómica”.
[2] Cf. https://desarmenuclear.org/  . Nosotras, desde JPIC de la provincia Vedruna de Europa, formamos parte de la Alianza desde diciembre de 2024.
[3] En 1947, tras la II Guerra Mundial, a un imperio del Japón altamente militarizado, durante la ocupación de Estados unidos, Douglas McArthur impuso esta política en la Constitución japonesa, que establece la renuncia a sus fuerzas armadas y a la violencia como método de resolución de disputas. Pero en estas décadas Japón ha ido reformando y reinterpretando este artículo 9 hasta llegar, en 2023, a posicionarse como el 11º país a en gasto militar.