La Comunidad Vedruna de Roma mantiene, desde sus inicios, un estrecho vínculo con la Comunidad de Sant’Egidio, y en los últimos años colabora con ella, acogiendo a familias migrantes. Federica, responsable desde Sant’Egidio del acompañamiento a la familia actualmente acogida por nuestra comunidad, explica la espiritualidad y modelo de actuación de este movimiento, y su proyecto de los corredores humanitarios.

 

Después del Concilio Vaticano II en 1968, en la capilla de nuestro colegio de vía Montanelli en Roma, por iniciativa de Andrea Riccardi, se reunía un grupo de jóvenes estudiantes de un liceo cercano para rezar juntos. Las hermanas mayores que los habían acogido recuerdan que les oían cantar: «El Señor ha puesto una semilla en la tierra de mi jardín…». Esa semilla el Señor la hizo crecer realmente: era el primer núcleo de la Comunidad de Sant’Egidio que, con los años, se ha convertido en una red de comunidades en más de 70 países del mundo. Son hombres y mujeres de todas las edades y condiciones, unidos por un vínculo de fraternidad en la escucha del Evangelio y en el compromiso voluntario y gratuito por los pobres y por la paz, con especial atención a las periferias. 

La oración, basada en la escucha de la Palabra de Dios, es la primera obra de la comunidad, acompaña y orienta su vida. En Roma y en todas partes del mundo, es también lugar de encuentro y acogida para quien quiere escuchar la Palabra de Dios y dirigir su invocación al Señor.

Los pobres son los hermanos y amigos de la comunidad. La amistad con todos aquellos que se encuentran en necesidad – ancianos, sin hogar, migrantes, discapacitados, presos, niños de la calle y de las periferias – es un rasgo característico de la vida de quienes participan en Sant’Egidio en los diferentes continentes.

La conciencia de que la guerra es la madre de toda pobreza ha impulsado a la Comunidad a trabajar por la paz, protegerla donde está amenazada, ayudar a reconstruirla, facilitando el diálogo donde se ha perdido. El trabajo por la paz se vive como una responsabilidad de los cristianos, parte de un servicio más amplio a la reconciliación y a la fraternidad que se concreta también en el compromiso ecuménico y en el diálogo interreligioso en el «Espíritu de Asís».

En cuanto a las actividades son muchas y diferentes en cada país. La comunidad, desde sus orígenes, nunca se ha especializado en un «sector social», porque no nació como ONG o asociación de ayuda a los pobres, sino como fraternidad cristiana que intenta seguir a Jesús. Por esta razón los servicios de la Comunidad nacen siempre del encuentro con las necesidades de los más pobres o de los marginados y nunca se han decidido en la mesa.  Lo que desde el principio hemos intentado hacer ha sido intentar responder a las peticiones de ayuda encontradas, Intentando encontrar nuevas vías y soluciones e intentando activar nuevos servicios donde ha sido posible. Esto ha hecho que los servicios a la comunidad estén siempre evolucionando y cambiando. El Espíritu que nos guía es tratar de no cerrar las puertas a las preguntas que encontramos incluso cuando no hay respuestas inmediatas, convencidos de que mantener abiertas las heridas de la humanidad, llevándolas ante el Señor en la oración a y a los hermanos en el encuentro susciten nuevos caminos, ideas y soluciones.

En particular, después de los terribles naufragios de 2013, donde murieron miles de migrantes que intentaron llegar a Italia por mar, nos preguntamos: ¿cómo evitar las muertes en el mar de miles de personas, incluidos muchos niños?

La respuesta fue: creamos corredores humanitarios para los refugiados y así nació un proyecto piloto, realizado por la Comunidad de Sant’Egidio con la Federación de las Iglesias Evangélicas en Italia, la Tavola Valdese y la CEI-Caritas, totalmente autofinanciado. Tiene como objetivos principales evitar los viajes con barcazas en el Mediterráneo, que ya han provocado un número elevadísimo de muertes, incluidas las de muchas niñas y niños; impedir la explotación de los traficantes de personas que hacen negocios con quienes huyen de las guerras; conceder a personas en «condiciones de vulnerabilidad» (por ejemplo, además de víctimas de persecuciones, torturas y violencias, familias con niños, ancianos, enfermos, personas con discapacidad) una entrada legal en el territorio italiano con visado humanitario y la posibilidad de presentar posteriormente una solicitud de asilo.

Es un modo seguro para todos, porque la expedición de los visados humanitarios prevé los controles necesarios por parte de las autoridades italianas.

Los corredores humanitarios son fruto de un protocolo de acuerdo entre la Comunidad de Sant’Egidio, la Federación de las Iglesias Evangélicas en Italia, la Mesa Valdese, la CEI-Caritas y el gobierno italiano.

Las asociaciones envían voluntarios, que toman contacto directo con los refugiados en los países afectados por el proyecto, preparan una lista de beneficiarios potenciales para transmitirla a las autoridades consulares italianas, que después del control por parte del Ministerio del Interior emiten visados humanitarios con Validez Territorial Limitada, válidos solo para Italia. Una vez que hayan llegado a Italia legalmente y con seguridad, los refugiados podrán presentar una solicitud de asilo.

Desde febrero de 2016 hasta la fecha, ya han llegado 7831 personas: sirios que huyen de la guerra y refugiados del Cuerno de África (Etiopía), Grecia, Chipre, Gaza y Afganistán. También hemos activado un Corredores de Libia.

Llegados a Italia, los refugiados son acogidos a expensas de nuestras asociaciones en estructuras o casas y gracias a la acogida de algunos religiosos que ponen a disposición sus instalaciones para la acogida. Les enseñamos italiano, inscribimos a sus hijos en la escuela, para favorecer su inclusión en nuestro país y ayudarles a buscar un trabajo.

Hay una excelente colaboración con muchas congregaciones religiosas. La vocación de acogida y atención a los últimos de las congregaciones religiosas se combina bien con el programa de los corredores humanitarios.  A lo largo de los años, las congregaciones nos han ayudado a acoger muchas familias, en diferentes modalidades: acogiendo en la propia casa, ofreciendo comida y alojamiento, haciéndose cargo totalmente de las familias. El apoyo de las congregaciones religiosas ha sido esencial. Muchos refugiados se han sentido acogidos y amados, se han sentido en familia. Se han creado muchos lazos hermosos y afectuosos, incluso entre familias musulmanas y religiosas.

Seguramente nuestros servicios también tienen a menudo un fuerte impacto social y de mejora del entorno general de los barrios en los que se desarrollan y, por tanto, con un impacto sobre la ciudad. Siempre hay una confrontación con las instituciones (políticas, sanitarias, sociales, escolares, etc.) con las que intentamos llevar adelante las razones y los derechos de los más frágiles ofreciéndonos a colaborar y apoyarnos para cambiar las situaciones problemáticas. Además, promovemos intervenciones públicas en favor de la Paz, de la ciudadanía, de los ancianos, etc. que a veces se han convertido incluso en propuestas de ley. Todavía diría que El espíritu es siempre el del diálogo y de la colaboración y nunca solo el de la denuncia y del enfrentamiento.