La Conferencia de las Partes (COP) se ha convertido en un escenario clave para abordar uno de los desafíos más apremiantes de nuestra era: el cambio climático. Mientras nos preparamos para las conclusiones y las repercusiones de la COP 30, es crucial reflexionar sobre dónde nos encontramos actualmente y si, de verdad, hemos progresado en esta lucha. En este artículo, queremos reflexionar sobre la situación actual, el papel de las poblaciones indígenas, los movimientos sociales globales, la implicación de la Iglesia, y los compromisos que se han establecido, como el «Compromiso de Belém», que se han hecho presentes en Brasil del 10 al 21 de noviembre de 2025.

El encuentro estaba marcado, una vez más, por un gran y muy ambicioso desafío, marcar una hoja de ruta global hacia la transición energética y el abandono paulatino de los combustibles fósiles. Las grietas más importantes se evidenciaron en dos grandes temáticas: el financiamiento de la adaptación y la mitigación, y la transición energética hacia el abandono de los combustibles fósiles.[1]

El cambio climático afecta a millones de personas en todo el mundo. Desde fenómenos meteorológicos extremos, cada vez más presentes y visibles (lamentablemente) en muchos países, hasta la pérdida de biodiversidad; los afectados por el cambio climático son cada vez más numerosos. La pobreza, que ya era un problema voraz, se agrava día a día debido a esta crisis ecológica. Datos recientes indican que sectores vulnerables, como el grupo étnico Munduruku, el cual se enfrentan a serias amenazas existenciales a sus tierras y modos de vida, como la minería ilegal, en concreto la minería de oro, que viene contaminado sus ríos con mercurio, lo que afecta su principal fuente de alimento: el pescado.

CC BY-NC-SA 2.0 Alain Bachellier via flickr Mídia NINJA via flickr

 

Las comunidades indígenas, como por ejemplo los munduruku, también son guardianes del conocimiento y la biodiversidad. Sus prácticas sostenibles y su conexión intrínseca con la naturaleza ofrecen lecciones valiosas sobre la conservación. En numerosos foros y conferencias, sus líderes han llevado la voz de sus pueblos ante los grandes líderes políticos, abogando por su inclusión en la toma de decisiones. Un ejemplo es la actual líder Maria Leusa Munduruku, ha estado presente en la COP 30, y su la lucha contra las invasiones de mineros ilegales, llamar la atención sobre sus demandas

Esta participación es esencial no solo por justicia social, sino porque su sabiduría ancestral puede contribuir a soluciones innovadoras para enfrentar los desafíos climáticos. A medida que avanzamos hacia la próxima COP, es fundamental que estas voces sean escuchadas y respetadas en la arena internacional.

También los movimientos sociales han cobrado fuerza en todo el mundo, demandando medidas efectivas contra el cambio climático. Desde marchas estudiantiles hasta protestas lideradas por jóvenes activistas, la presión social ha incitado a muchos gobiernos a tomar acciones más decisivas. Estos movimientos no solo crean conciencia, sino que instan y demandan a los líderes políticos a comprometerse con prácticas sostenibles.

En una era donde la inacción puede resultar catastrófica, el «Compromiso de Belém» pretende ser la promesa fuerte de colaboración entre diversas plataformas sociales y políticas. Esta declaración busca unir fuerzas para abordar el cambio climático de manera integral, asegurando que las voces de todos los sectores de la sociedad sean parte del proceso.

El rol de la Iglesia y su ética climática, ha emergido como un actor clave en la acción ecológica global. En su mensaje a las Iglesias del Sur, el Papa León XIV manifestó que; “Como custodios de la creación de Dios estamos llamados a actuar con rapidez, fe y profecía”[2].

Vídeo de León XIV a las Iglesias del Sur Global en la COP30

Su enfoque ético no solo resalta la responsabilidad moral hacia el planeta, sino que también impulsa a congregaciones y diócesis a tomar posición en la lucha contra el cambio climático. Un ejemplo palpable de este compromiso es la decisión de sesenta y dos instituciones, incluyendo cinco diócesis católicas y varias organizaciones protestantes, de desinvertir en combustibles fósiles. Este movimiento no solo señala una evolución en la ética empresarial, sino también una llamada a la acción colectiva desde el ámbito religioso.

El futuro depende de nuestro compromiso colectivo. La combinación de esfuerzos de las poblaciones indígenas, movimientos sociales, la ética religiosa y la postura clara de las Congregaciones Religiosas, puede formar un frente unido que impulse un cambio real. Solo así podremos realmente afirmar que hemos progresado y asegurar un futuro sostenible para las próximas generaciones.

El desafío permanece: “Necesitamos superar la lógica de aparecer como seres sensibles y al mismo tiempo no tener la valentía de producir cambios sustanciales”. (Laudate Deum, 56).

Si bien existen progresos en algunos frentes, las cifras alarmantes sobre el impacto del cambio climático nos recuerdan la urgencia de una respuesta doble: mitigación (reducción de emisiones) y adaptación (ajuste a los impactos climáticos), priorizando la implementación de acciones concretas y la financiación. La financiación climática, fue un punto central. Se abordó la necesidad de triplicar la financiación para países en desarrollo, especialmente para la adaptación, que actualmente está muy por debajo de las necesidades y del financiamiento para mitigación.

La COP30 culminó con un acuerdo de mínimos que no logró un consenso unánime sobre la eliminación de los combustibles fósiles, lo que dejó un gran trabajo pendiente. La cumbre de Belém nos ha dejado dos mensajes claros[3], según afirma Alejandro Caparrós: “Los viejos líderes ya no lideran y los nuevos todavía no están en condiciones de tirar del carro. Ha llegado el momento de distanciar las COP, con una cita cada dos años, o dos citas cada cinco, como sugirió Suiza recientemente”[4]

Pese al enquistamiento, una vez más, si podemos apreciar avances en la movilización de colectivos, movimientos, presión de una ciudadanía, que por fin parece tomar en serio su poder social de denuncia recordando y demandando que la acción climática no puede ser únicamente un asunto técnico, económico, sino un imperativo social, político, cultural y también religioso.

PD: Seguiremos ahondando en la COP30, ya que sigue en marcha muchas acciones y movimientos. En concreto lo iremos haciendo con la colaboración de José Zarzuela desde Belém do Pará (Brasil).

Equipo JPIC

Foto de apertura: Apertura de la COP 30. Ricardo Stuckert , Creative Commons

[1] https://www.bioecoactual.com/2025/11/26/cop-30/
[2] https://www.vaticannews.va/es/papa/news/2025-11/video-mensaje-papa-leon-belem-cop30-iglesias-sur-global.html#:~:text=Como%20custodios%20de%20la%20creaci%C3%B3n,%E2%80%9Cen%20la%20voluntad%20pol%C3%ADtica%E2%80%9D.
[3] https://www.youtube.com/watch?v=3LVfUxzT7Mw
[4] https://sciencemediacentre.es/la-cop30-finaliza-con-un-acuerdo-de-minimos-al-dejar-fuera-la-mencion-los-combustibles-fosiles#:~:text=los%20combustibles%20f%C3%B3siles-,La%20COP30%20finaliza%20con%20un%20acuerdo%20de%20m%C3%ADnimos%2C%20al%20dejar,enfrentan%20a%20fen%C3%B3menos%20meteorol%C3%B3gicos%20extremos.&text=El%20presidente%20de%20la%20COP30,EFE/Andre%20Borges.
[5] Alejandro Caparrós es: Catedrático de Economía de la Universidad de Durham (Reino Unido), profesor de Investigación del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) y autor principal (Lead Author) del capítulo de Cooperación Internacional del AR6 del IPCC .