Desde 2015 en que se publicó la Laudato Si’[1], a la Iglesia y a la sociedad nos ha llegado una bocanada de aire fresco, de escucha de muchas voces que antes eran arrinconadas, o incluso menospreciadas mientras que, con sus palabras y con sus vidas, nos apremiaban a unirnos para responder a la crisis global, al clamor de la Tierra y al clamor de la humanidad sedienta de fraternidad/sororidad.
Pero llegó el Papa Francisco con su acogida y escucha profunda a los movimientos populares, a los movimientos indígenas y a tantos grupos y pueblos que ya vivían la ecología integral de algún modo y que clamaban por la articulación de las voces y de las acciones. Hace un década, también en el entorno eclesial, era minoritaria esta cosmovisión integral y reservábamos a algunas entidades el trabajo con los pueblos empobrecidos, por los derechos humanos, por la paz y por la ecología como, por ejemplo a Caritas, Manos Unidas, Justicia y Paz, a las congregaciones religiosas…; pero el grueso de la Iglesia lo consideraba un asunto que, como creyentes, no nos concernía directamente a todas. Lo delegábamos en otras. ¿Creemos, ahora, como personas humanas y/o como creyentes, que vivir la ecología integral es algo primordial? Porque para las cristianas, “nada de este mundo nos resulta indiferente” (LS 3).
En esta década de Laudato Si’ más de 10.000 personas y grupos agrupados en la Plataforma de Acción Laudato Si, nos hemos unido y seguimos. En esta Plataforma y con los 7 Objetivos Laudato Si (OLS)[1] nos hemos puesto en movimiento personas, familias, entidades, empresas, comunidades religiosas, hospitales, centros educativos, parroquias… una comunidad mundial heterogénea con miles y miles de acciones significativas alrededor del Planeta y una sensibilización hacia la ecología y la espiritualidad integral ante la compleja crisis socio-ambiental a la que nos enfrentamos, donde “todos sufrimos, y sobre todo los más pobres y vulnerables.” (LS 139). Preciosas iniciativas concretas, abiertas a creyentes y no creyentes, para renovar nuestra relación con Dios, con los demás y con la naturaleza, evaluando las posibilidades de cambio y respondiendo al clamor de la Tierra y de las empobrecidas desde los OLS. [1]
Hemos caminado, pero creo que nuestra espiritualidad todavía no es holística aunque sí queremos avanzar hacia ella. Creo que todavía necesitamos respirar más hondamente ese soplo de aire fresco de la LS: una mirada y un corazón que se muevan desde la fe, en la más grande humanidad, y desde la más grande humanidad, en el agradecimiento y la reverencia por cada ser y por la vida que Dios nos regala. La más grande humanidad del Evangelio que, viviendo la ecología integral nos conecta “con la esencia de lo que es humano” (LS 11) y nos ayuda a agradecerlo todo, no como derecho a exigir sino como don para todas. Nos impulsa a contribuir al mundo fraterno/sororal que todas las religiones y las espiritualidades del Planeta inspiran y promueven.
El nuevo entorno mundial y la fe nos reclaman fuertemente a no permanecer impasibles. Muchas polarizaciones y miradas de espectadoras externas son atizadas por las redes sociales. Contribuyen a separarnos de las demás, a responsabilizar a las otras y a justificar o defender lo nuestro frente a las diferentes. Y nos impiden captar “el mensaje de cada criatura en la armonía de todas las cosas creadas” (LS 84). Pero nuestra fe y nuestra humanidad, ante realidades tan inhumanas como es el genocidio en Gaza, por nombrar una de ellas, nos llama a actuar con nuestras posibilidades. Y también nos llaman a contemplar tantas manos y corazones solidarios y a pedir la gracia de la paz y la noviolencia, de la justa repartición de los bienes de la Tierra, para nosotras y para toda la sociedad. Al cuidado de todas y todo. Seguramente, nos llama a renunciar a un poco de nuestra comodidad en bien de todas. Y a reclamarla a nuestras autoridades. A primar realmente el “destino común de los bienes” (LS 93), los valores que profesamos y no nuestros intereses.
Aunque es verdad que hay otros factores que también nombra la Laudato Si’ como son los culturales, la economía capitalista de mercado que excluye a muchas, el proceso histórico hacia el antropocentrismo, el progreso científico llevado al extremo en el paradigma tecnocrático que nos hace creer que la tecnología lo resolverá todo (cf. LS 106 y ss.)… Pero los cambios sociales son posibles, no rápidos, pero “sabemos que las cosas pueden cambiar” decía el Papa Francisco, después de consultar a diversos sectores. Y por la experiencia histórica conocemos cómo en otras graves crisis, la no colaboración social masiva con la injusticia mediante métodos noviolentos, ha logrado cambios sustanciales que necesitamos secundar y celebrar. Nosotras ¿cómo escuchamos el clamor de las empobrecidas y de la creación que nos previenen de caer en la autorreferencialidad?
La Semana Laudato Si que acabamos de celebrar, en este 10º aniversario nos invita a seguir brindando esperanza, compartiendo la luz que hemos encontrado. Cómo dijo el Papa Francisco «que nuestras luchas y nuestra preocupación por el Planeta no nos quiten el gozo de la esperanza» (LS 244). Y no nos la quitan, porque cuando estamos en medio de estas personas y luchas y sin silenciarlas, descubrimos mucha creatividad y vida entregada que nos conmueven y nos impulsan, algo que desde fuera no podemos apreciar.
Montserrat Fenosa Choclán
Equipo JPIC Provincia Vedruna de Europa
[1] Abriendo la Plataforma de acción LS y, aún más, inscribiéndose en ella, se pueden conocer muchas iniciativas, informarse de cómo crear alguna en nuestro entorno, etc.
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